miércoles, octubre 18, 2006

UN POCO MAS..

Finalmente sucedió, ella estaba allí justo frente a él, con los brazos abiertos y los labios incitantes al beso tan anhelado. Todo era exactamente a como lo imaginaba desde hacia ya mucho tiempo, nada se le había escapado a la realidad, aquella fanstamagórica imagen, tantas veces rondando en su mente, había cobrado realidad y estaba justo frente a él. El anhelado deseo vuelto en carne.
Sahara había vuelto a la ciudad después de una larga temporada fuera, volvía como el hijo prodigo que retorna del auto-exilio, en una venturosa tarde de Mayo, las cosas pudieran no haber funcionado tiempo atrás, o bueno, lo cierto es que jamás hubo un pasado entre ellos, pues solo habían sido amigos, dos buenos amigos que se frecuentaban y que se cuidaban uno al otro, pero nada más, muy a pesar de lo que Octavio hubiera deseado, pues en su mente, en sus alucinantes y locos deseos, siempre quiso que Sahara fuera algo más, solo un poco más.

Pero ahora, en ese instante, estaba la realidad abalanzándose sobre de ellos, la metáfora se concretaba y el ideal yacía a sus pies, todo había quedado en el añejo pasado y la vida les ofrecía ahora una nueva y grandiosa oportunidad. Cada uno había caminado distintos caminos, cada uno cargaba, en sus maletas de recuerdos, grandes momentos, pero ahora estaban allí, uno frente al otro con las miradas fijas, con el estupor de los cuerpos que se presienten, con los sentimientos expuestos a la intuición mutua del deseo, todo estaba vuelto cierto sin ninguna razón aparente, sólos, con más esperanzas que recuerdos.

Octavio contempló a Sahara por un instante y luego... la abrazó fuertemente contra su pecho, la acurrucó en su regazo estrujándole hasta el último huesos, pero sin lastimarla, con la delicadeza con la que la madre toma en sus brazos al hijo recién nacido, después de un instante fugas; la tomó de los hombros y la alejo de su pecho, luego, un ligero beso en la mejilla y sin más, dio la vuelta en redondo y caminó con un ligero y cansado paso. Sahara, aún sumida en el terso clima de aquella escena, abrió lentamente los ojos para contemplar a aquel que se marchaba, y con una voz firme pero desconcertada cuestiono a Octavio diciéndole: -Pero no fue esto lo que siempre quisiste, heme aquí; dispuesta a amarte y a darle a nuestro amor un espacio, qué pasa, o es que en verdad tú no me quieres, tal vez nunca me quisiste y solo deseabas jugar. Octavio la miro con el rabillo del ojo, luego volteo y la miró fijamente, con ternura pero a la vez con una gran crudeza en su mirada y le dijo: -Valla, valla con la mujercita, y ahora me lo preguntas, pero acaso ¿debo decírtelo otras mil veces? Te fuiste y dejaste en el desamparo a mi corazón, nunca supe nada de ti, sólo lo que algunos amigos me decían; ni un correo, ni una llamada, sólo los rumores de la gente. No dudes nunca que te quise, pero ahora es diferente, ahora eres más hermosa en mis recuerdos y prefiero tenerte así.

Aquella escena fue compleja, el mundo mostraba al fin la cara más deseada por ambos, la situación había sido obsequiada sin previo aviso por las diosas de la fortuna, y sin embargo… el momento los desconcertaba, sus mundos, puestos a cuestas, les habían dado un último deseo, pero parecían no haberlo deseado, al menos no Octavio. Habrá sido el orgullo, o tal vez el destino, pero aquella fue la ultima vez que se volvieron a encontrar. Cada quien tomo nuevas veredas, cada uno tomo una versión de lo que sucedió. Octavio recordaba llorando el momento, pero nunca lamento no haberlo aprovechado y Sahara, ella aún se pregunta qué fue lo que paso, en verdad hubo un deseo, en verdad hubo un amor, o pero aún, en verdad hubo un Octavio o sólo lo soñó.