Lautréamont como Übermensch (supra-hombre).
Lautréamont, es un ser despiadado que recala en las almas de todos, pero especialmente su fuego arde enlos adentros de las almas impuras de los jóvenes; que anhelantes de seriedad y de fortaleza, escurren sus ojos a través de las palabras enigmáticas y en ocasiones malignas de un amante de las injurias y de las fatuas promesas que le hace la justicia, de la cual es detractor y a la vez generador.
En este escrito "Cantos de Maldoror" se diluyen las imágenes escatológicas, para convertirse en formas alegóricas de la realidad oculta de los humanos. Lautréamont es un adicto a la maldad humana, es un necesitado de la felicidad transmundana, y un comedor de las fuerzas vivas del alma misma de la divinidad. Y en ocasiones, solo en ocasiones, es la miasma que carcome la felicidad de corromper a los ángeles primeros del Dios hebreo y de su innecesaria necesidad de matar a los que en vida son ya muertos de espíritu. Es un detractor de las almas, un vividor de los espíritus, un dolor de cabeza de los sentidos.
El "yo" deja de existir, el alma enerva en ganas de nacer, la vida de Maldoror exige una nueva vida, exige salir a la luz para volverse carne.
La metáfora destruye al lector, las palabras embelezan los oídos en busca de una nueva vida. Con los ojos apenas abiertos, se entrevé una forma distorsionada pero enardecida a la vez de lo que se conoce como la realidad.
La juventud requiere de formas nuevas para renacer, reclama su cuerpo extraído. La filosofía apunta esta deficiencia. La filosofía quiere almas nuevas, cuerpos fuertes que la acompañen, nuevos organismos que se acerquen a ella para darle al mundo fines más amenos y a su vez, fines más dignos de ella, los cuales por su fuerza; no pueden ser menos que malignos.
Lautréamont, no es nuevo al alma de los jóvenes, no es nuevo al espíritu del todo es a final de cuentas su manifestación misma. Maldoror vive y reclama seguidores impetuosos, con potencias más allá de los parámetros normales. Qué importa la vida, si no se tienen ideales superiores a lo que uno mismo es.Maldoror no es un tópico, no es solo un estado de rebeldía, no es una figuración detrás de las palabras, es sólo una malformación que nace de lo formado, un ethos en el pathos.
Lautréamont renace de entre las cenizas, es el primer y último canto del cisne. Nace y muere en su realidad que es la realidad humana transmundana.
¿Quién manda a quién en un mundo como este? Quien dice lo que es correcto y lo que transgrede las leyes mismas, no es otro más que el escritor mismo que dentro de sus parámetros ególatras manifiesta sus gustos que son a la vez, gustos superiores. Lautréamont decide qué es aceptable y qué no. El mundo poco importa en tanto que son corderos que persiguen el cencerro.
En este escrito "Cantos de Maldoror" se diluyen las imágenes escatológicas, para convertirse en formas alegóricas de la realidad oculta de los humanos. Lautréamont es un adicto a la maldad humana, es un necesitado de la felicidad transmundana, y un comedor de las fuerzas vivas del alma misma de la divinidad. Y en ocasiones, solo en ocasiones, es la miasma que carcome la felicidad de corromper a los ángeles primeros del Dios hebreo y de su innecesaria necesidad de matar a los que en vida son ya muertos de espíritu. Es un detractor de las almas, un vividor de los espíritus, un dolor de cabeza de los sentidos.
El "yo" deja de existir, el alma enerva en ganas de nacer, la vida de Maldoror exige una nueva vida, exige salir a la luz para volverse carne.
La metáfora destruye al lector, las palabras embelezan los oídos en busca de una nueva vida. Con los ojos apenas abiertos, se entrevé una forma distorsionada pero enardecida a la vez de lo que se conoce como la realidad.
La juventud requiere de formas nuevas para renacer, reclama su cuerpo extraído. La filosofía apunta esta deficiencia. La filosofía quiere almas nuevas, cuerpos fuertes que la acompañen, nuevos organismos que se acerquen a ella para darle al mundo fines más amenos y a su vez, fines más dignos de ella, los cuales por su fuerza; no pueden ser menos que malignos.
Lautréamont, no es nuevo al alma de los jóvenes, no es nuevo al espíritu del todo es a final de cuentas su manifestación misma. Maldoror vive y reclama seguidores impetuosos, con potencias más allá de los parámetros normales. Qué importa la vida, si no se tienen ideales superiores a lo que uno mismo es.Maldoror no es un tópico, no es solo un estado de rebeldía, no es una figuración detrás de las palabras, es sólo una malformación que nace de lo formado, un ethos en el pathos.
Lautréamont renace de entre las cenizas, es el primer y último canto del cisne. Nace y muere en su realidad que es la realidad humana transmundana.
¿Quién manda a quién en un mundo como este? Quien dice lo que es correcto y lo que transgrede las leyes mismas, no es otro más que el escritor mismo que dentro de sus parámetros ególatras manifiesta sus gustos que son a la vez, gustos superiores. Lautréamont decide qué es aceptable y qué no. El mundo poco importa en tanto que son corderos que persiguen el cencerro.