miércoles, octubre 22, 2003


ROBERTE EN MI...


La fiesta era sencillamente magnifica, los invitados fueron llegando uno a uno y presentados con gran pompa y elegancia, el motivo así lo ameritaba pues se trataba de la crema y nata de la sociedad Europeo-Francesa, el Museo Louvre estaba invadido momentáneamente al limite de su capacidad por: pintores, escultores, poetas, literatos, diplomáticos, embajadores, teólogos, y demás personalidades.
Mi padre era el “Honorable Ministro de la Real Corte de Inglaterra” y “Miembro Honorabilísimo de la junta Francesa, para la preservación de las nobles y buenas costumbres ” por lo tanto ,era invitado asiduo a este tipo de eventos. El motivo de la fiesta en el Louvre, era la inauguración de una exposición pictórica.
Una vez que llegamos al convite, mi padre me pidió, como era costumbre, que fuera a reunirme con los muchachos de mi edad (entre 16 y 19 años) para él poder darse a la tarea de congeniar con toda aquella nobleza.

Los amigos con los que podía encontrarme allí, eran solo un montón de niños ricos y mimados, que no hablaban de otra cosa que no fuera; moda o viajes, cosa que a mi me aburría y me desesperaba. El único atractivo para mi y para Antoine, mi mejor amigo de aquellas fiestas intelectualoides y al cual había conocido mucho tiempo atrás en nuestros frecuentes encuentros en los eventos sociales del Paris cultural, era el poder observar a las damas que acompañaban a los invitados. Algunas de ellas eran las esposas verdaderas, pero también había entre ellas algunas “mujeres de la vida alegre” que eran damas de compañía de muchos artistas, cosa que no era mal vista, pues estas mujeres tenían una alta formación y podían estar al nivel de las conversaciones, eran unas geishas.

Para Antoine y para mi, entre aquella masa de gentes, el juego único y favorito, era el de encontrar entre aquellos mares de gente a la mujer mas descubierta o a la poseedora de las formas mas exquisitas.
Antoine era muy tímido en algunas ocasiones, y solía hablarme con frecuencia de su tía Robert, la cual, según decía: era la mujer mas enigmática y mas hermosa sobre la tierra, observación a la cual yo no podía opinar pues no conocía a su "famosa" tía Robert y tampoco a su tío Octave, del cual solía hablar de forma bastante despectiva, como si tuviera con él un rencor o un odio eternizado.

Aquella noche, como tantas otras veces, nos dimos a la tarea de lanzar nuestras mórbidas miradas sobre las mujeres que se paseaban y contoneaban entre los pasillos del museo, pronto fuimos descubriendo una a una aquellas bellas partes que conformarían nuestro “vagabundear de la mirada”. En el vagar, encontrábamos los vestidos mas suntuosamente ornamentados y las joyas del gusto mas exquisito así como pieles exóticas y detalles sumamente costosos, pero.... debajo de esas “mascaras de los cuerpos” detrás de esos “disfraces inactuales del espíritu”, se hallaba resguardado aquel “tesoro” al cual habríamos de usurpar con la mirada, eran pequeños recintos de deseo y exuberantes fuentes inagotables del placer mundano mas excelso, eran las partes mas sensibles de la piel femenina, las porciones de piel mas perturbadoramente bellas, poseedoras de los olores mas impúdicamente nombrables.
El festín se veía servido de senos...... senos redondos y delicados que se hallaban presos y oprimidos por trozos de tela que impedían su plena muestra al publico y que los privaba de manifestar su presencia, eran senos de las mas diversas formas y texturas (solo puedo suponer la textura por el tono de la piel y las particularidades expuestas a la vista) los unos grandes, voluminosos, blancos y tersos, pertinentes para atraer las miradas y despertar el deseo animal de acariciarlos y morderlos, deseo apenas contenido por las buenas costumbres a-naturales de la sociedad parisina y en general por las buenas costumbres de la alcurnia. Otra clase de senos que se exponían en la vitrina viva, eran aquellos que apenas y eran unas pequeñas protuberancias casi accidentales que solamente eran parte accesoria y pecata minuta, esta clase de senos eran imperceptibles, y su poseedora solo llamaba la atención, si estos míseros atributos eran compensados con unas buenas nalgas, unas nalgas apretadas y firmes que fueran adheridas a unas caderas amplias pero delicadas.

Entre aquella usurpación de la actualidad femenina, entre aquella multitud infinita de senos, pezones picaros que despertaban y se mostraban erectos, y nalgas redondas que se dibujaban debajo de las faldas, no pude evitar concentrarme en una sola mujer, ésta había capturado mi atención por la peculiaridad de su belleza; su cuerpo era muy estético pero a la vez contrastante, su belleza era salvaje, rustica, y enigmática al mismo tiempo, sus senos eran de un tamaño medio pero muy seductores por su perfecta redondez, además de que en aquel primer instante que la observe, pude presenciar sus pezones erectos que se dibujaban coquetamente entre su vestido, sus piernas, que se asomaban a cada paso por la abertura al lado derecho del vestido, eran blancas como la leche y dueñas de una firmeza y una torneadas perfectamente, su rostro era admirablemente bello, con una peculiar forma de sonreír, sus ojos inmensos y negros cual ébano, con una mirada que se escapaba y la cual uno perseguía con atención y admiración, era toda ella una belleza cautivante una belleza que va mas allá de lo meramente corpóreo y trasciende al plano del deseo de posesión erótica mas encarnizado, y deseable..... totalmente deseable hasta la medula de los cojónes!!!.

Uno de los motivos que me hicieron concentrarme en ella, fue la diferencia que encontraba en cada nueva mirada de sus ojos, con la se me demostraba distinta. En principio mire a una mujer bella con aires de pureza y con amplio desenvolvimiento entre las personas, pero en otro entrecruzamiento de las miradas, pude percibirla seria, meditabunda, concentrada, ajena al sitio y abstraída totalmente, con esa vehemencia propia del asesino cuando planea su crimen, una forma mas de poseerla en mi mirada me dio la impresión de una ávida seductora, una mujer dominada por los deseos mas bajos de la carne. Todas estas formas de "ser-en-mi" de una y la misma mujer, y sobre todo un enorme sentido de deseo me hicieron seguirla, esta vez de manera mucho mas intensa con la intención de buscar y propiciar un encuentro casual para poder conocerla, aunque me era claro que departir con una mujer como ella habría de ser difícil, pero el reto me era interesante, además de que entre mis pantalones había un latido y un llamamiento que me proporcionaba las fuerzas que mi espíritu no poseía, era la fuerza de mi sed contra.

Camine a paso firme abriéndome paso entre la multitud. Mi cuerpo todo temblaba y mi voz parecía abandonarme, carraspee un poco para despejar mi garganta y continúe la ambiciosa embestida, siempre con la vista fija en las partes mas impúdicas, pero mas apetecibles del cuerpo de aquella mujer, y de cuando en cuando intentando mirarla a los ojos directamente, mi paso era firme y directo, pareciera como si un embrujo me hubiese poseído y me dirigiera sin que yo tuviese dominio de mi.


De pronto...... de entre la nada, la mano de Antoine me tomo del hombro y me dijo al oído:

- Veo que has conocido a Tía Roberte......

CONTINUARA.......