LAGO DE RAREZAS...
Estoy aquí ¿es cierto eso o es mentira?
La verdad es que no lo sé, dice mi madre que un día, así nomás, de la nada: nací. Dice que al principio creyó que solo se trataba de un cólico, pero después de que paso un tiempo supo que algo malo le estaba pasando a su cuerpo, y un día, mientras hacia las compras en el mercado para la cena del 24 de Diciembre, entre los puestos, allí diome a luz. Desde que me miro mi madre estuvo segura de que yo viviría poco, pues noto esa severa deformidad en mi cráneo, la cual, según le dijo un doctor tiempo después, fue debido a la labor de parto y dijo además que seria definitivo, que seria permanente aquella forma ovoide de mi cabeza. Ha pasado el tiempo y ya casi no se nota esa deformidad encefálica, si acaso se hace notoria, es cuando me corto el pelo a rape.
Mi madre a cada rato me decía que debería de cambiar mi forma de ser, que eso de andar trepado en los árboles, anidando como pájaro, podría hacer que, tarde que temprano, los vecinos sospecharan de mi cordura. Pero bha! a mi que me importa, yo disfruto siendo parte del inconsciente colectivo, cagándoles el palo un ratito, disfruto cuando pasan frente a la casa y me miran, primero se ruborizan, después sueltan la carcajada a pata tendida, ríen y ríen con una ironía extravagante, pero después, cuando dan vuelta a la esquina, discretamente pero de forma inquietante, de reojo se miran en el reflejo de los autos, como para cerciorarse de que no son ellos los changos. Pero, pobres bestias, ellos que saben de mi dolor, ellos no comprenden por que me trepo en las ramas de los árboles, si tan solo supieran el inmenso dolor que me acongoja, lo difícil que me resulta sostener mi peso sobre mis piernas, sobre todo desde lo que paso... mi madre, la pobrecilla de mi vieja murió y yo no estuve a su lado. Como perro sin dueño salí detrás de unas faldas que pasaron frente a mi, y por eso no estuve al lado de mi madre, fui detrás de aquella mujer con la que me junte por dos años, si mi madre me viera, ya casi tengo la cabeza como de gente, por que la pinché vieja esa, quesque mi concubina, se propuso enderezármela a pura bola de chingadasos, el sartén de la casa paso mas tiempo encima de mi cabeza, que sobre el fuego de la estufa, pero eso si, un día nomás no la aguante y me le pegue a la fuga, jajaja la cara que ha de ver puesto cuando llego a la casa y no me encontró, ya me la imagino, de seguro salió en chinga para la cantina a buscarme con mis “amigotes” como les decía ella, y como mínimo llevaba un palo para ponerme en al madre, como ya era costumbre cada vez que me veía en la cantina, pero se chingo, hora si ya no va a tener su costal de box. De haber sabido como me iba a ir, pura jefa que la sigo, pero ya me lo tenia merecido, por que me acuerdo que a mi difunta esposa, igual, tiro por viaje le arrimaba yo sus chingas, y la neta no de las merecía, nomás que ella solita, con sus ojitos y su forma tan modosita de ser, como que me lo suplicaba, como que me decía, sin decirlo “ándale papacito ponme mi madriza de este día, pa´ saber que si me quieres” y pues a mi también me ha de haber visto la cara esta otra, por que a veces así de la nada, nomás llegaba y madres un chingadazo entre ceja y media madre, yo creo que ella lo hacia de buena voluntad, para enderezarme la cabeza.
Y ahora pos aquí ando, trepado en el árbol esperando a que la tierna voz de mi madre me llame, como en antaño, que se asome por la ventana y me diga: “ora hijo de la chingada ya bájate de ese pinché árbol y ponte ha hacer algo productivo” pero bueno ya ahora lo único cierto que me queda es que estoy aquí, pero... ¿es cierto eso o es mentira?
La verdad es que no lo sé, dice mi madre que un día, así nomás, de la nada: nací. Dice que al principio creyó que solo se trataba de un cólico, pero después de que paso un tiempo supo que algo malo le estaba pasando a su cuerpo, y un día, mientras hacia las compras en el mercado para la cena del 24 de Diciembre, entre los puestos, allí diome a luz. Desde que me miro mi madre estuvo segura de que yo viviría poco, pues noto esa severa deformidad en mi cráneo, la cual, según le dijo un doctor tiempo después, fue debido a la labor de parto y dijo además que seria definitivo, que seria permanente aquella forma ovoide de mi cabeza. Ha pasado el tiempo y ya casi no se nota esa deformidad encefálica, si acaso se hace notoria, es cuando me corto el pelo a rape.
Mi madre a cada rato me decía que debería de cambiar mi forma de ser, que eso de andar trepado en los árboles, anidando como pájaro, podría hacer que, tarde que temprano, los vecinos sospecharan de mi cordura. Pero bha! a mi que me importa, yo disfruto siendo parte del inconsciente colectivo, cagándoles el palo un ratito, disfruto cuando pasan frente a la casa y me miran, primero se ruborizan, después sueltan la carcajada a pata tendida, ríen y ríen con una ironía extravagante, pero después, cuando dan vuelta a la esquina, discretamente pero de forma inquietante, de reojo se miran en el reflejo de los autos, como para cerciorarse de que no son ellos los changos. Pero, pobres bestias, ellos que saben de mi dolor, ellos no comprenden por que me trepo en las ramas de los árboles, si tan solo supieran el inmenso dolor que me acongoja, lo difícil que me resulta sostener mi peso sobre mis piernas, sobre todo desde lo que paso... mi madre, la pobrecilla de mi vieja murió y yo no estuve a su lado. Como perro sin dueño salí detrás de unas faldas que pasaron frente a mi, y por eso no estuve al lado de mi madre, fui detrás de aquella mujer con la que me junte por dos años, si mi madre me viera, ya casi tengo la cabeza como de gente, por que la pinché vieja esa, quesque mi concubina, se propuso enderezármela a pura bola de chingadasos, el sartén de la casa paso mas tiempo encima de mi cabeza, que sobre el fuego de la estufa, pero eso si, un día nomás no la aguante y me le pegue a la fuga, jajaja la cara que ha de ver puesto cuando llego a la casa y no me encontró, ya me la imagino, de seguro salió en chinga para la cantina a buscarme con mis “amigotes” como les decía ella, y como mínimo llevaba un palo para ponerme en al madre, como ya era costumbre cada vez que me veía en la cantina, pero se chingo, hora si ya no va a tener su costal de box. De haber sabido como me iba a ir, pura jefa que la sigo, pero ya me lo tenia merecido, por que me acuerdo que a mi difunta esposa, igual, tiro por viaje le arrimaba yo sus chingas, y la neta no de las merecía, nomás que ella solita, con sus ojitos y su forma tan modosita de ser, como que me lo suplicaba, como que me decía, sin decirlo “ándale papacito ponme mi madriza de este día, pa´ saber que si me quieres” y pues a mi también me ha de haber visto la cara esta otra, por que a veces así de la nada, nomás llegaba y madres un chingadazo entre ceja y media madre, yo creo que ella lo hacia de buena voluntad, para enderezarme la cabeza.
Y ahora pos aquí ando, trepado en el árbol esperando a que la tierna voz de mi madre me llame, como en antaño, que se asome por la ventana y me diga: “ora hijo de la chingada ya bájate de ese pinché árbol y ponte ha hacer algo productivo” pero bueno ya ahora lo único cierto que me queda es que estoy aquí, pero... ¿es cierto eso o es mentira?