martes, junio 15, 2004

DE LA FALTA DE ÍDOLOS.

El ídolo es ese sujeto-símbolo que encarna los ideales de una generación o de un grupo humano, entorno del cual giran los aspectos a seguir socialmente. El ídolo es un referente que funciona como símbolo regulativo y a la vez como figura iconoclástica en torno de la cual las sociedades proyectan sus filias y sus fobias.
Es así que, una vez que identificamos a este individuo-símbolo, podemos intentar la decodificación y el estudio analítico de las cargas simbólicas que encierra en su manifestación última, esto es; el símbolo-individuo, ya sea este místico-religioso e idéntico totalmente con una referencia imaginativa, o bien, como un ser humano ordinario, lo cual tiende ha ser una mezcla frecuente en donde las deidades se encarnan en sujetos antropomórficos. Dándonos así la posibilidad de interpretar el ethos de una cultura y su estructura antropológica y su cosmovisión.

En el caso de las etapas humanas naturales, esto es: la infancia, adolescencia, madures etc. nos encontramos en una permanente búsqueda de estos puntos de referencia que nos indiquen el ideal de nuestra cultura y en torno del cual podremos edificarnos en consecuencia, o bien, reconstruir y dar nuevas posibilidades, pero siempre bajo la premisa de que tenemos que poseer fijos, estos puntos de anclaje que nos den un norte en la actividad creativa. “Conocer nuestra historia es la posibilidad de crear nuestro futuro” Es una frase hecha pero nos da una noción de lo que aquí se intenta decir, pues es solo a partir de un punto fijo desde donde dará inicio la actividad creadora en todos los aspectos del quehacer humano.

Las fuentes generadoras de estos símbolos han sido esencialmente: La religión y la política, y han sido estas las que nos han proveído del símbolo, relleno de un significado predeterminado limitado, pero que, una vez en dominio de las fuerzas vivas de la sociedad, se reconstruye y se adhiere a nuevos símbolos y significantes, los cuales tienden a acrecentar el valor del símbolo y a reorientarle en sus intereses. Eso es lo que han propiciado el desenvolvimiento de las culturas y de las sociedades como grupos étnicos teóricos, dándoles su propia teleología.

Las épocas de cambio y de transición generacional han sido las que mayor movilidad presentan en este aspecto, e incluso nos reconstruyen de forma radical. Friedrich Nietzsche acusa el ideal ascético como una de las formas en que se han recargado de significantes los símbolos, y el cual le parece que ha propiciado toda una debacle cultural para la Alemania de su época.

De igual forma podríamos caracterizar la época contemporánea, en donde estamos presidiendo esta nueva búsqueda de significados y de símbolos, solo que en esta ocasión la labor se presenta particularmente llena de complejidades, y no es que las épocas anteriores no hayan tenido sus propias disparidades, sino que en la actualidad el mundo se ha tornado mucho más complejo y ha desarrollado sus bemoles sui géneris que lo tornan de una constitución exageradamente complicada.
Las telecomunicaciones han relativizado el tiempo y las nuevas técnicas han desmitificado el símbolo sin saber construir una nueva posibilidad. Noam Chomsky definía al hombre como un individuo que ha despegado los pies de la tierra a partir de la invención del aeroplano y con esto el mundo se le ha escapado de las manos, las distancias de transporte han disminuido pero el mundo, en su extensión, se ha vuelto mas reducido con menos espacio por encontrar.
Es así que ya no podemos encontrar símbolos o ídolos que identifiquen al individuo con su mismidad, ya no hay esos iconos que puedan referenciar al sujeto para con su sociedad o para con sus ideales. Hay, en definitiva, una falta de Ídolos, una carencia de sentido y compromiso para con su existencia. El individuo ha dejado de lado los símbolos y ahora son acaparados por las industrias mercantiles de las sociedades avanzadas. Es por eso que la mayoría de nuestras nuevas “deidades” son elaboradas en base a la “numerología mística de las ventas" y de la demanda. Nuestros referentes sociales, ahora son determinados por las conductas de los mercados y los individuos son solo consumidores potenciales o clientes a generar. Existen dentro de estos arquetipos mercantiles, honrosas excepciones que han iniciado como un producto pero que de una forma u otra han logrado reelaborarse en su paso y han germinado en iconos medianamente importantes. Desafortunadamente estos nuevos ídolos son pasajeros, perecederos y solo conservados en un rincón de la melancolía humana.

Los ídolos verdaderos están ausentes “Los dioses se murieron de risa cuando uno de ellos se llamo el Dios único (Nietzsche)” los individuos-símbolos no están siendo generados por las sociedades, solo hay borregos de oro a los cuales se les rinde pleitesía y no se esta retro-alimentando al símbolo que es el Ídolo. “Al mundo le falta un tornillo” como dice Gardel, y hace falta quien venga y se lo ponga, el cual es en definitiva “el nuevo filosofo” “el nuevo ídolo” aquel que ya no puede ser originado en la religión y poco probable es que nazca de entre las actividades políticas (nuestros video-escándalos así nos lo demuestran) el caldo de cultivo esta en la intelectualidad, entre las clases educativas de nuestras “instituciones privadas” (no refiero con esto a institutos educativos de paga) sino a nuestras sociedades de individuos independientes que conjuntan sus esfuerzos y que generan nuevas disposiciones: “sociedades secretas” entre ellos están esos nuevos ídolos.

Los Ídolos reclaman a grito abierto su sitio en la sociedad para reorientarla, pero sus gritos son opacados por la estupidez humana, pero esto no podrá prevalecer por mucho tiempo, y con el tiempo y un poquito las circunstancias habrán de ser otras. Los “Ídolos trágicos” están a la vuelta de la esquina, la tragedia quiere reiniciarse. Un nuevo Zaratustra paseara por las horas primeras del nuevo día.